Dos días de se(p)tiembre

Literatura y otros demonios
Caballero Bonald
Dos días de setiembre

Dos días de setiembre

La razón de ser de esta reseña, la primera de ellas, no es otra que la de haberme llamado la atención su título. Dos días de setiembre, que no de septiembre. No deja de ser curioso, al menos para mí lo es, encontrar un título aunque sea antiguo como este, que contenga si no un error ortográfico, sí un vulgarismo. La propia RAE indica que si bien ambas formas son correctas en cualquier registro, es la variante septiembre la  forma considerada culta. Dicho esto he de reconocer que a pesar de buscar la posible causa que llevó a José Manuel Caballero Bonald a elegir la forma que omite la p no la he encontrado. Si unimos esto a que en mi  mente este autor (no sé si con buen o mal criterio) entronca directamente con Juan Benet y Javier Marías, la ecuación se resuelve sola. 

Realismo social

Esta es una novela social. No creo que de denuncia social, pero sí social. Digo que no creo que se le pueda llamar o considerar una novela de denuncia social porque  tras su lectura uno se queda con otra sensación. Con la sensación de haber asistido a una función en tiempo real de dos días de duración, cuyo propósito no es otro que el de mostrar, exhibir sin pudor en algunos momentos, el día a día de una ciudad innombrada pero siempre presente (Jerez de La Frontera) y de sus gentes a comienzos de lo años sesenta y al calor de uno de los dos símbolos identitarios del lugar; el vino. Oro líquido este que todo lo inunda, con una presencia absoluta en la novela en múltiples aspectos; desde  motor económico a lubricante social, pasando por catalizador de pulsiones variadas. Una realidad social en la que quien no era caballero era caballo y eso que hoy llamamos clase media en peligro de extinción, no era todavía ni un concepto socialdemócrata. Ese espacio, el que separa a los caballos se los caballeros, trata de ser ocupado con mayor o peor fortuna por personajes de diferente pelaje y condición moral.

«Don Andrés hablaba sin levantar la vista de sus uñas.

-Mande -dijo Ayuso.

-Lo que quería decirte: que he pensado darle una comida a los pobres del Albarrán.

-¿A los pobres…?

-A los pobres del Albarrán, Ayuso, no empecemos.

-Sí, señor. Con mucho gusto.

      -Vamos a ver. ¿Tú sabes qué comen los pobres?»

Basta un botón de muestra para saber de qué estamos hablando en materia de diferencias sociales en esta novela.

Hablando de literatura

Llegados a este punto me gustaría hablar tan solo de literatura en su sentido más subjetivo y por tanto más personal. Entiendo esta novela como una muestra, notable, de la literatura española de postguerra, a mi juicio atrapada en la descripción, en la explicación y la narrativa lineal. Me gusta llamarlo una literatura de la exposición, una especie de ansia por describir con todo lujo de detalles la vida cotidiana; escenas de diferente cariz y en distintas localizaciones que se afanan por exhibir ante el lector algo que si no conoce directamente, difícilmente no intuirá. ¿Significa esto que sea mala literatura? En absoluto. Como digo al principio, la subjetividad es lo que preside este punto de la reseña y en general cualquier acto que como lectores llevemos a cabo en torno a una obra literaria. Mi gusto en el campo literario se dirige más a una literatura menos descriptiva y que reclame mucho más del lector. Me gusta que la obra que tengo delante solo parezca, insinúe o asome parte de su totalidad y que para su completa conquista necesite de la colaboración y del trabajo del lector. Esta novela no ofrece eso; sí, como digo, un fresco de la sociedad jerezana de comienzos de los años sesenta excelentemente detallado, al punto de que en algunos pasajes casi se llega a sentir el ahogo y la asfixia de un ambiente abotargado de sol y vino que amenaza con engullirlo todo. Dos días de setiembre es en ese aspecto una gran novela. Caballero Bonald hace gala, además, de una gran pericia al conseguir algo a mi juicio muy complicado como es elegir las palabras que mejor le sientan a una historia. Esta historia no podría haberse contado con mejores palabras que las elegidas por el autor. Poco más me queda por decir sin comenzar a destripar la novela. Una lectura agradable, con algunas palabras que por su especialización en materia vinícola hacen necesario acudir a la RAE para su comprensión y una gran recreación de una de las múltiples Españas de postguerra ofrecen unas horas de agradable lectura.

Próximamente

Volverás a Región

Volverás a Región. Novela de Juan Benet que desde hace tiempo habita en ese distrito de mi cabeza donde moran las cuentas pendientes, las lecturas aplazadas y los autores temidos. ¿Temidos o respetados? Dejémoslo en ese respeto reverencial a causa de una fama que siempre les precede y les presenta envueltos en un aura de inaccesibilidad que pone a prueba los deseos del lector, en este caso yo, de hollar tan altas cumbres. Me sucedió con  Rayuela y poco después con el Ulises de Joyce y descubrí tras su lectura cosas que no esperaba, afloraron sentimientos que no esperaba y me ayudaron a conocerme a mí mismo un poco mejor. Al menos a mi yo lector. He de reconocer que en el momento de escribir estas líneas ya he terminado su lectura y me encuentro en fase de análisis y relectura de puntos concretos que necesito procesar en condiciones. Esta novela corresponde al tipo de literatura de la que hablo en el punto anterior y requiere de un apasionante trabajo por parte del lector para su completo análisis y disección. Así que tras lo dicho, nos vemos en Región

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