Luz de agosto

Luz de agosto
Literatura y otros demonios

Luz de agosto

Luz de agosto
Condado de Yoknapatawpha
William Faulkner

William Faulkner; su espacio y su tiempo

William Faulkner, este sí, debidamente reconocido tanto por la crítica como por los lectores, es el autor de Luz de agosto, la novela cuya reseña abre mi año literario. Sobre el encabezado, la portada de la edición reseñada, una bien cuidada tercera reimpresión de la cuarta edición publicada en 2014 por Alfaguara. Junto a ella, un mapa del condado de Yoknapatawpha, territorio creado por la imaginación del autor y en el que transcurren gran parte de sus novelas, incluida la que nos ocupa. Un espacio físico y, en mi opinión, también un espacio sociológico, una especie de taller en el que trabajar con los materiales más apreciados por Faulkner y de los que me ocuparé en el desarrollo de la reseña. Luz de agosto fue publicada por primera vez en 1932 cuando el autor ya había recibido el reconocimiento de crítica y público por El ruido y la furia (1929) y Mientras agonizo (1930). A la derecha, una icónica foto del autor

 

De qué hablo cuando hablo de William Faulkner

De entrada hablo del Premio Nobel de literatura de 1949. Un galardón concedido según la propia Academia Sueca en su motivación, por  «por su poderosa y artísticamente única contribución a la novela contemporánea estadounidense»Considerando que le estaban concediendo el máximo galardón literario, pues tampoco es decir demasiado. Para entonces la producción literaria de Faulkner se había incrementado con novelas como Absalom absalom (1936) y El villorrio (1940) como máximo exponente. Luz de agosto se alinea en su obra con todas las demás novelas en cuanto a su marco referencial, tanto geográfico como emocional y psicológico, pero se desmarca de algunas, como El ruido y la furia y Mientras agonizo, al alejarse de los juegos espacio temporales y de estructura que utiliza en estas últimas. En mi opinión, William Faulkner se ve influido por James Joyce y su Ulises en cuanto a los flujos de conciencia y las excursiones temporales, no tanto en esta novela como en las anteriores, así como por la prosa de Franz Kafka para construir frases, descripciones e incluso transmitir emociones y sentimientos a través de palabras modestas que, una vez entretejidas unas con otras por sus manos, se transforman en verdaderas expresiones de belleza. Todo esto nos puede dar una idea de quién fue William Faulkner y de cuales son los derroteros por los transcurre su obra.

Las emociones

La primera valoración que se me ocurre respecto de Luz de agosto gira en torno a las emociones que transmite su lectura. Muchas, variadas y con un denominador común; casi ninguna de ellas es positiva. ¿Convierte esto a la novela en un inductor a la depresión? En absoluto. Trataré de explicarme. Como en el resto, prácticamente, de su obra, Faulkner refleja con inquietante nitidez y precisión la atmósfera de ese sur profundo donde él nació y se crió. Cuando hablo de atmósfera me estoy refiriendo en realidad a universo, pues lo abarca todo, desde la climatología hasta el racismo endémico en un sur perdedor de una guerra y mil privilegios, pasando por una religiosidad tan fanática como el odio a todo lo exógeno que destila la población autóctona. A todo esto hay que añadirle el tórrido mes de agosto en el que se desarrollan los hechos narrados para obtener el caldo de cultivo que en las manos virtuosas del autor arroja como resultado, esta novela. Tal vez Lena Grove, solo tal vez, ofrezca algo parecido al optimismo, aunque peligrosamente circundado de ingenuidad e imprudencia.

Como la vida misma

Como la vida misma transcurre esta novela articulada en torno a tres historias a través de las que se entreteje la Historia con mayúscula. Personajes recurrentes en la literatura de Faulkner como el reverendo 
Hightower y la propia Lena Grove, pasando por Joe Christmas, cimentan la novela bajo la dirección narrativa de Byron Bunch, quien a través de sus conversaciones con el reverendo impulsa la historia. Una historia que comienza y termina con Lena Grove y que en el transcurso de tres semanas de agosto a comienzos de los años treinta del S. XX,  nos regala una visita panorámica a un mundo, físico y emocional, que nadie ha sabido describir como él. La aparente ingenuidad de Lena, la mala vida de Joe Christmas, llamado así por haber sido abandonado en un orfanato el día de Navidad, un sacerdote caído en desgracia y otro Joe, en este caso Brown, que escapa de sus responsabilidades, son los ingredientes que componen este exquisito plato literario. El fuego lento y la adecuada condimentación con productos típicos de la zona como el supremacismo blanco, el dinero, la miseria (económica y moral), la ausencia de valores que deberían ser universales, el machismo elevado a su máxima expresión, donde las mujeres y los hijos son menos valiosos que una vaca y un fanatismo religioso que haría palidecer de envidia al más recalcitrante predicador, logran que el resultado final sea una novela que, aún apartándose en parte del más ortodoxo Faulkner, sumerge al lector en su agitado mar de turbación, agitación y temor del que solo le permite salir en la última frase de la novela y de Lena Grove.

A modo de conclusión

Para terminar me gustaría decir que este autor es uno de mis favoritos, por lo cual mi opinión puede estar un tanto sesgada. Trato de hacer reseñas objetivas y sinceramente creo que lo consigo la mayor parte de las veces, pero reitero, este autor es uno de mis favoritos. Me gustan los cambios de narrador sobre la marcha y sin previo aviso, los cambios de tiempo y las digresiones variadas y en eso Faulkner es un maestro. Salvando las distancias, Javier Marías es en mi cabeza su alter ego patrio. Escritor admirado por mí y del que no me canso de releer novelas a pesar de no haber leído algunas de las escritas en sus últimos años (esto sí es una digresión de libro). Dicho todo esto me reitero; Luz de agosto es una novela, a mi juicio, imprescindible para entender parte de la idiosincrasia norteamericana y de su literatura contemporánea. Alejada del experimentalismo de sus primeras obras (las que pusieron al autor en el mapa literario), Luz de agosto está al alcance de un público mucho más amplio y recoge lo mejor del autor. Una especie de manual hecho novela. Aprovecho la ocasión para anunciar mi próxima reseña: Así empieza lo malo, de Javier Marías. Una novela no demasiado conocida y no premiada, así que promete. Normalmente sé cómo llegan los libros a mis manos, pero este no tengo ni idea de como lo ha hecho. En el transcurso de una pequeña reforma en casa lo encontré junto a otros del autor en mi librería. Cosas de meigas, supongo.

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