Así empieza lo malo

Literatura y otros demonios
Así empieza lo malo-Javier Marías

Así empieza lo malo

En esta ocasión toca repetir autor tras la reseña de Negra espalda del tiempo. Reincidir en uno de mis autores favoritos en lengua española y, en mi opinión, en el mejor novelista nacido en nuestro país. En este caso me voy a permitir obviar el significado peyorativo con que la RAE define reincidir, y lo voy a hacer porque volver a leer y reseñar a Javier Marías  siempre es un placer, un placer que de algún modo me hace sentir culpable al estar negando mi tiempo a otros autores de los que no he leído nada y que con toda seguridad, merecen la pena. Es esa conjunción de placer y cierto sentimiento de culpa la que da sentido, en este caso, a la utilización del verbo reincidir, un verbo siempre destinado a calificar la reiteración de errores y delitos.  Al hilo de esta reseña me apetece, aunque sea de manera efímera y de corto alcance, dotarlo de unas connotaciones positivas de las que siempre se ha visto privado. Así que sí, me gusta repetir aquello que me resulta placentero y me gusta llamarlo reincidir.

A través de sus ojos

Aunque pueda sonar a perogrullada, cada novela de Javier Marías es una porción de la vida, del mundo y de sus moradores pasada por el tamiz de su mente y su pluma y, Así empieza lo malo no iba a ser menos. Publicada en 2014 entre Los enamoramientos y Berta Isla, recoge entre sus más de quinientas páginas la autopsia de un espacio (la relación de un matrimonio consolidado y su entorno social) y un tiempo (los primeros años de la transición española con sus temores, sus libertades recién estrenadas, recelos y ocultaciones). En medio de todo ello dos dudas que recorren toda la novela y sobre la que orbita la trama. Una, clara y definida desde el principio y la otra exhibida al trasluz de un cristal esmerilado que distorsiona la imagen hasta hacerla tan evidente como irreconocible a primera vista. Todo ello recogido en la edición de Alfaguara de 2014, en tapa blanda, cosida y con un tamaño de letra más que adecuado para una lectura cómoda

Un cuadro en movimiento

No es la primera vez que me ocurre con Javier Marías, que al término de la lectura de una de sus novelas la sensación que tengo es la de haber estado mirando un cuadro durante un tiempo indeterminado. No tiene nada que ver con lo estático ni con la falta de fluidez, sino que tiene más relación con el flujo de sensaciones  y emociones que recorren a sus personajes sin que en realidad nada cambie demasiado a su alrededor  entre la primera y la última página. Algo así como que les pasan cosas a los personajes mientras no pasa nada en la novela. No sé si es cosa mía o fruto del arte narrativo del autor, pero como digo, a mí me deja esa sensación de flujo interno, algo así como la sucesión de las mareas que, incesantes, cambian la fisonomía del mar de manera constante sin que este pierda su condición inicial. Una agradable sensación que tras la lectura de una obra considerada, al menos por la crítica, como menor, provoca la necesidad de reincidir una y otra vez en un autor que, al menos a mí, nunca me defrauda. 

Mentiras y memoria

Mentiras y memoria. Dos de los pilares sobre los que el autor reflexiona a la vez que escribe sus novelas y sobre los que acaban orbitando gran parte de ellas. En la que nos ocupa, narrada en primera persona por el joven Juan de Vere al servicio de un decadente y adinerado director de cine, juegan un papel protagonista desde el comienzo. La manipulación de la memoria, su falseamiento sin pudor por alguno de los personajes accesorios, pero no por eso menos importantes de la novela, muestra negro sobre blanco cómo muchos personajes, no solo de novela sino actores reales de la historia de España, resultaron dos veces vencedores de la contienda que enfrentó a unos españoles contra otros. Ejercieron como vencedores al final de la contienda al tiempo que se construían una falsa historia de altruismo y bonhomía que a la muerte del dictador les facilitó el acceso a la primera línea de la recién estrenada democracia. Mentiras que, como en muchas ocasiones, ganaron el viciado juicio de la historia y que en la novela son reflejadas con toda crudeza. A pesar de ello será una que podríamos considerar menor, doméstica más bien, pero cuya referencia más allá me voy a reservar, la que de sentido a gran parte del relato. Todo ello con la pausa, con el tempo y el equilibrio de una delicada receta cuyo resultado es un plato literario redondo y repleto de matices que invaden los sentidos del lector.

Concluyendo

Así empieza lo malo (y lo peor queda atrás), título de esta novela extraído de una frase de Hamlet en un juego muy del gusto del autor, pone al lector ante una realidad que por momentos cree reconocer, unos personajes a quienes se ve capaz de identificar y unas situaciones que puede imaginar sin mucho esfuerzo aunque no las haya vivido en primera persona. A medida que la novela avanza, las mentiras y la memoria pocas veces fiel, las más falsaria aun de manera involuntaria, se ven sazonadas con una generosa dosis de deseo. En forma de anhelos en unos casos, en forma de  un pasado que se imagina distinto en otros y en modo genérico en algún caso (importante). He tenido la sensación durante su lectura de que a través de la historia, Javier Marías viene a decir algo que de niño escuché decir a mi abuela en algunas ocasiones: siempre hay algo por lo que dar gracias (a Dios), que si lo que está ocurriendo no es bueno, siempre podría ser peor. En este caso el autor nos ofrece una novela redonda, con una estructura clásica y fácil de leer acompañada de cierta dosis de misterio que anima a su lectura un poco más si cabe. Como siempre; muy recomendable.

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