A corta distancia
Llega una nueva reseña. A corta distancia, publicada en mayo de este año por la editorial Pre-Textos y escrita por María Codes. Autora polifacética ha transitado por el terreno del relato, el ensayo y la poesía, además de la novela, siendo esta la quinta que presenta al público tras Los intactos (2017 ed. Pre-Textos). El ejemplar reseñado es una cuidada edición en tapa blanda con solapas, papel ahuesado de buen gramaje, cosida y un tamaño de letra correcto. Resiste el uso intensivo sin dar apenas muestras de desgaste.
El tiempo, el espacio y la distancia
No es cierto que el tiempo lo cure todo. Al menos no lo es cuando en ese tiempo la justicia no hace acto de presencia o si lo hace, lo hace cargada de una sordina indignante. María Codes toma como referencia la muerte de José Luis Alcazo Alcazo, un joven oscense recién licenciado en Historia asesinado en El Retiro el 13 de septiembre de 1979 por una banda de adolescentes, hijos de militares de alta graduación y residentes en viviendas del ejército en el entorno del parque. Partiendo de Ruth, testigo y superviviente de la agresión, la autora hace desfilar ante el lector una serie de personajes que pivotan, de un modo u otro, sobre el mismo epicentro, reduciendo entre ellos la distancia con habilidad hasta el desenlace final. Una ficción inspirada en hechos reales con el trasfondo de un periodo del que salimos vivos, aunque no indemnes. La autora induce al lector, a través de una bien concebida y desarrollada trama, a reflexionar sobre algunos aspectos de la vida ordinaria que, si bien pueden pasar desapercibidos en el discurrir frenético de la vida, puestos bajo la lupa de su pluma y sus personajes adquieren su verdadera dimensión.
Después de la tempestad
Dicen que viene la calma. No en este caso. El desarrollo de la novela bien podría considerarse como la cara b de la tempestad, esa de la que nunca o casi nunca se sabe nada una vez desaparecida la noticia de los titulares de prensa. Es entonces cuando sus efectos comienzan a enraizar en las vidas de los actores secundarios convirtiéndolos en principales. Es el caso de Ruth, faro que guía el devenir de la narración, bien en primera persona, bien a través de las derivadas que de ella emanan en la figura de su hija Valeria y de su esposo Gabriel y de las que de estos últimos derivaran hasta dar cuerpo al conjunto narrativo. A través del mismo, el lector llegará con facilidad, en mi opinión, a algunas conclusiones de meridiana claridad. Una de ellas es que el dolor, a diferencia de la causa que lo origina, no prescribe, ni la edad es un atenuante para quien lo sufre. Lejos de ello, se reproduce, muta en sentimientos como la vergüenza y la culpa y, lo que casi es peor, se pude transmitir a generaciones posteriores añadiendo así nuevos inocentes a la lista de la infamia. Se identifican con nitidez las similitudes en las relaciones de pareja que madre e hija mantienen en sus respectivos matrimonios. Distintas en la forma y muy parecidas en el fondo; subordinación cuando no sometimiento absoluto. Es a partir de esta clave de bóveda desde la que la autora teje una muy interesante historia con las dosis justas de mentiras, infidelidades, amor, dudas y ambiciones administrándolas con maestría hasta el final. Otra conclusión a la que llegará el lector a través de la novela, si por razón de su edad no es ya consciente de ello, es que durante los primeros años de democracia tras la muerte del dictador, España todavía se parecía mucho más a la que quería dejar atrás que a la que deseaba ser. Ese es el contexto en el que se desarrollan los hechos que dan lugar a la novela; una sociedad civil que todavía no podía ser y un poder militar que no quería dejar de serlo.
En conclusión
En mi opinión estamos ante una novela que contiene bastante más de lo que de una lectura somera se puede deducir. Por una parte contiene historia, como quien dice de ayer mismo, sin aderezos dramáticos ni blanqueamientos políticos. Por otro lado, por el literario, narra una historia bien elaborada a través de una estructura sencilla y muy eficaz para el tipo de relato, con un lenguaje claro y conciso para llegar a transmitir justo lo que quiere. Reconozco mi gusto por el párrafo largo, la digresión y cierto flujo de pensamiento, pues bien, esta novela no contiene nada de eso y ha conseguido hacerme disfrutar de su lectura y su análisis igualmente. No había leído nada de esta autora y me ha sorprendido muy gratamente. Me reservo para el final dos perlas. La primera, el uso de las comparaciones. Es algo con lo que suelo ser bastante crítico y me han encantado. Las he anotado todas pero voy a dejar al futuro lector que las descubra si así lo desea. La segunda es la referencia al desdoblamiento en el personaje de Celesta antes de su actuación y al proceso disociativo de Ruth durante la «última cena». Los había encontrado descritos en alguna novela, pero nunca nominados como tales. Sorpresa agradable. Para terminar solo me queda decir que estamos ante una novela muy recomendable, con la que el lector disfrutará y en la que encontrará una calidad literaria que no abunda más allá de algunos, (que no todos), autores consagrados.