La senda del perdedor
Charles Bukowski regresa a mi vida con la periodicidad de uno de esos cometas que cada cierto número de años se dejan ver. Luego se va, pero dejando una impronta nueva tras cada aparición, tras cada lectura en su caso. Da igual que reaparezca tras la máscara de Cartero, de Factotum, de Mujeres o de cualquiera de sus obras. Henry Chinaski, alter ego de Charles Bukowski, nunca defrauda. ¿Por qué he elegido La senda del perdedor para reseñarla? Porque a pesar de la alta carga autobiográfica de todas sus obras esta es, a mi juicio, la que mejor recoge de una manera global sus primeros años en Estados Unidos, desde la infancia a la primera juventud adulta.
El sueño (pesadilla) americano
El sueño americano, el país de las oportunidades, el lugar donde con trabajo duro cualquier meta es alcanzable para cualquiera. La historia del inmigrante mugriento que termina por levantar un imperio de la nada como ejemplo de superación de las adversidades. La senda del perdedor es exactamente la otra cara de la moneda. Haciendo honor al título de la novela, Henry Chinasky transita por la misma rindiendo homenaje a Groucho Marx y su archiconocida frase; «partiendo de la nada, hemos alcanzado las más altas cotas de la miseria».
Muy poco, en todos los sentidos, tuvo que ocurrir para que a la fotografía de la derecha le sucediera la de la izquierda. En realidad muchas como esta en todo el país. De repente todo se desmorona sobre las cabezas de millones de norteamericanos. Con mayor virulencia, como siempre, sobre los más desfavorecidos económica, social y culturalmente. Todas esas características se concentran en el protagonista, Henry Chinaski.
La edición
La presente reseña se ha realizado sobre la vigésima quinta edición que en julio de 2020 lanzó la editorial Anagrama dentro de su colección compactos. Es una edición sobria como todo en esta editorial, pero más que correcta. Soporta bien relecturas, repasos y búsquedas que en otras editoriales y ediciones de mayor enjundia, suelen dejar el ejemplar echo unos zorros.
Entrando en materia
Estamos, como siempre en mi modesta opinión, ante una novela brutal. En algunos momentos casi excesiva. Una novela en la que el talento del autor para mezclar con sabiduría a los personajes con el contexto, con la descripción a veces sin palabras de ambientes sofocantes y con la realidad histórica, logra crear un magma pegajoso que termina por fundir al lector con la historia y casi con el ejemplar que tiene entre las manos.
Henry Chinasky
Narrada en primera persona cuesta muy poco identificarle con el autor. Sobre él recae el peso de todo el edificio novelesco que Bukowski construye ante las narices del lector desde el mismo comienzo de la historia, cuando describe lo que él cree que puede ser su primer recuerdo, a los dos años de edad en Alemania. A partir de ese momento comienza realmente la aventura de su vida. Una historia de supervivencia pura y dura desde la más tierna infancia a la primera juventud adulta.
La familia, la escuela y la sociedad
Los tres elementos citados en el encabezamiento tienen un denominador común; la violencia. Gratuita en la mayoría de las ocasiones y siempre con los más débiles como destinatarios. Un mundo en el que la única manera de escapar de ella es hacerse más fuerte que quienes la ejercen contra él. Ni más ni menos. Así es en el seno familiar, cuando el tamaño de Henry impide que su padre le siga propinando palizas de frustración y miedo, más tarde en la escuela por idéntico motivo y por último en todos los ámbitos de su vida, convirtiéndose de hecho en uno de los leivmotiv de su devenir vital. Otros motores importantes de la novela son el sexo y el alcohol, entre los que Henry chapotea desde antes de tener edad para ello. Como resumen de todo lo anterior podríamos decir que la novela es el negativo de la fotografía social, moral, económica y política americana.
¿Qué va a encontrar el lector?
Una vez mostrados los cimientos de la novela, el andamiaje de la narración y las líneas maestras, solo me queda entrar en la parte más subjetiva de la novela y por ende más personal. Sorprende, sobre todo al principio, el lenguaje. No es habitual, al menos en la novela más comercial, encontrar un lenguaje tan directo, violento y en ocasiones hasta obsceno. Esto es así hasta que el lector comprende que esta novela, esta historia, no puede ser contada con otro lenguaje ni con otras palabras. De hacerlo, el resultado sería otro muy diferente. La historia sigue una trayectoria cronológica lineal, en ese aspecto no alberga ninguna sorpresa y pese a ello y mi gusto por los saltos temporales, las elipsis y otras técnicas narrativas, he de confesar que en ningún momento lo he extrañado. Simplemente la historia pide ese tipo de narración. Por último, dado su carácter autobiográfico, el retrato de la sociedad que muestra, bien puede considerarse, salvando todas las distancias que haya que salvar, como un documental. Una pequeña muestra de todo aquello que las sociedades tratan de ocultar bajo alfombras de aparente prosperidad.
Próximamente
Parece que ha llegado el momento. Después de darle muchas vueltas, dudar, volver a valorarlo y volver a dudar he tomado la decisión de leer y reseñar Ulises, de James Joyce. Una especie de mito, de leyenda de la literatura y uno de esos libros que muchos dicen haber leído sin haberlo hecho. He de confesar que conozco a una persona que sí lo ha hecho y desde entonces ardo en deseos de ser la segunda. Es broma lo segundo, lo primero no. Hace años que lo intenté sin éxito y después siempre me ha dado respeto, bueno, miedo en realidad encarar de nuevo su lectura y fracasar. Para este nuevo intento me he preparado casi como un atleta olímpico en la especialidad. En primer lugar me he procurado la edición con mejor reputación en cuanto a accesibilidad a los recovecos más arduos de la novela. Esta edición conmemorativa del centenario de la publicación de la novela contiene una amplia introducción, aclaratoria de algunos aspectos inicialmente inquietantes, así como una pequeña sinopsis de cada capítulo. No sé si se podría considerar dopaje, en cualquier caso me siento mucho más seguro así y confiado en poder llevar a buen término la lectura y posterior reseña. En el momento de escribir esto llevo unos cuantos capítulos leídos y… dicho lo cual, nos vemos en Ulises.