Justicia poética

Abriendo informativos
Literatura y otros demonios
Abriendo informativos

¿Cómo había podido ser tan idiota? Se lo había repetido con frecuencia, con demasiada frecuencia. Con tanta que su autoestima era el recuerdo de un pasado tan lejano como el de su felicidad y el de las señales que deberían de haber disparado todas sus alarmas. Tan lejano como las advertencias de quienes la rodeaban en un tiempo que le parecía irreal, ficticio y artificial como una mala película de sobremesa.

Intentaba ordenar de manera cronológica su desdicha y no lo conseguía. Tenía la sensación de que siempre había estado ahí. Lo único que los años habían transformado era la intensidad de la misma. Del mal disimulado control de sus amistades y de su ropa, a la violencia. Liviana al principio, casi imperceptible si es lo que se desea, sutil. Simple brusquedad justificada en su mente por un mal día en el trabajo, un gasto inesperado, o el endemoniado tráfico de siempre. Engaños de la mente que habían permitido a la araña seguir tejiendo la red en la que había quedado atrapada mientras era devorada poco a poco, ni siquiera de una vez.

Veinte años después nada se parecía a nada. Por supuesto ni ella misma, prematuramente envejecida y ajada por la vida. Mientras sus amigas, a las que había dejado de ver hacía años y con las que tan solo mantenía el contacto a través de clandestinas llamadas telefónicas, se mostraban ufanas de su belleza madura y se proclamaban orgullosas milfs, ella se miraba al espejo y solo podía llorar.

Pese a todo era consciente de que no era especial, de que su vida no era única sino que se parecía a otras muchas que cada día veía en el informativo del mediodía mientras comía con su marido al lado. Mujeres magulladas cundo no asesinadas. «Abren telediarios», decía con desprecio mientras se mofaba de ellas. «Definitivamente este país se está yendo a la mierda. Con la de problemas reales que hay».

Cansada de todo e incapaz de hacer nada. Ni de repeler los golpes que con cualquier excusa le propinaba aquel ser con el que convivía, ni de escapar del sexo violento y alcohólico por temor a más violencia. El único hilo que la mantenía unida a la vida era su trabajo en la farmacia desde poco después de su matrimonio, por supuesto, frente a su casa.

Un día cualquiera, la titular de la farmacia y amiga tras tantos años de trabajo, gafas de sol en días nublados, montañas de maquillaje, mangas largas en verano y todo tipo de disimulos, la llamó a la trastienda y le enseñó un objeto que no había visto en su vida. Una especie de tubo, hueco y estriado en su interior. Lo miró extrañada y esperó una explicación.

    —Es un Rape-Axe ligeramente manipulado por mí para, digamos, aumentar sus prestaciones de fábrica. Úsalo y nunca jamás se acercará a ti y, con suerte, a ninguna otra. confía en mí, no es el primero que preparo.

Al finalizar la jornada regresó a casa, se duchó y rebuscó entre su escasa lencería la más sexi. Se colocó el artefacto siguiendo las instrucciones de su jefa y esperó a su marido. Al día siguiente, mientras preparaba las maletas, la noticia de las terribles mutilaciones en el pene de un hombre, ingresado en el hospital General la pasada noche, abría el informativo.

     —Sí, este país se está yendo a tomar por culo.

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