1886. En Chicago, Estados Unidos, miles de trabajadores se declaran en huelga para reclamar la obtención de derechos laborales. Esto lleva a lo que, tres días más tarde, se conocería como la Revuelta de Haymarket. Es por esto que cada 1 de mayo se conmemora el Día Internacional de los Trabajadores. Hasta aquí, todo está claro. Lo que ocurrió ayer, no es la primera vez en los últimos años, ya no lo está tanto. Al menos para mí. ¿Qué significa la presencia de ocho ministros y tres vicepresidentas, discursos incluidos, en la manifestación del 1 de mayo? Demandantes de derechos, reivindicadores de mejoras laborales y demás atributos históricamente ligados a la lucha sindical, de la mano de los demandados, esto es, el gobierno que tiene en su mano hacerlos realidad. Si la foto que encabeza la entrada fuera una ecuación matemática, el resultado sería 0. No porque ese sea el valor real que los trabajadores vamos a obtener del paripé de ayer, que también, sino porque dos valores de signo contrario, si se igualan, se anulan. Eso y no otra cosa es lo que gobierno y sindicatos implementaron ayer a través de una vergonzosa performance cuya esencia se oculta tras las alharacas y los fuegos artificiales exhibidos sin rubor para consumo y alborozo de quienes no alcanzan a ver más allá de su nariz. Lo de ayer significa, simple y llanamente, la anulación de la clase obrera como motor de progreso y avance, por oposición al poder político y económico de turno. Tratan de convencernos de que ellos, el gobierno, son de los nuestros, de los trabajadores. ¿Lo están consiguiendo? No lo sé. Con los más jóvenes tal vez lo consigan por inexperiencia e idealismo, con el resto, si lo logran, solo puede ser por pura y dura estupidez. Solo les interesan nuestros votos y hacernos creer que medidas neo marxistas pueden servir para mejorar un sistema capitalista, que las necesita y profundas. Lo que en ningún caso necesita son recetas caducadas hace décadas en mercados tan pujantes como los países del extinto bloque soviético, URSS incluida, o de cuño más reciente, Venezuela y Bolivia. Intervenir los mercados (del CGPJ y los medios de comunicación hablaré en otra entrada) laboral, de la vivienda, alimentación y cualquier otro en que se pueda pensar, nunca ha funcionado. La historia está llena de ejemplos, solo hay que buscarlos. No hay antecedentes de éxito, sino todo lo contrario. Para quedarme absolutamente tranquilo con todo lo dicho hasta ahora, quiero hacer referencia al New Deal que Franklin D. Roosevelt puso en marcha en 1933 para paliar los efectos de la crisis de 1929, pero claro, ni la clase política norteamericana era la española ni, por supuesto, Pedro Sánchez es Franklin Delano Roosevelt. Que cada uno saque sus propias consecuencias.