Los enamoramientos

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Literatura y otros demonios
Los enamoramientos

Los enamoramientos

 Como dicen que lo prometido es deuda, (menos en política), llega la reseña de Los enamoramientos. Una novela de Javier Marías, publicada en 2011, por la que en 2012 le fue concedido el Premio Nacional de Narrativa, el cual rechazó, tal y como había anunciado que haría, en numerosas ocasiones. Su aversión a ser relacionado con cualquier partido político y, sobre todo, el resentimiento por el trato dispensado a su padre, Julián Marías, y a otros escritores como Juan Benet y Eduardo Mendoza por parte del «oficialismo» cultural, fueron claves en su decisión.

Llega con Los enamoramientos la tercera reseña de este autor, tras Negra espalda del tiempo y Así empieza lo malo. Tres títulos que tal vez no representen lo más conocido de su obra, pero que, en mi opinión, sí recogen la esencia de su literatura, de su prosa y de su poso identitario.

                                                                                    Punto de partida

La novela parte de una premisa lógica. Del enamoramiento de una pareja interpretado a través de los ojos de la narradora y protagonista de la historia. A partir de ahí, todo fluye desde la Olympia del autor con su habitual naturalidad. Una de aquellas mañanas de desayunos novelados, lo que para María Dolz, empleada de cierto rango en una editorial, no es más que un entretenimiento antes de  una jornada laboral que cada día se le hace más cuesta arriba, se transforma en una historia de la que poco a poco se convertirá en protagonista involuntaria.

«…y por eso supe que su mujer y yo nos habíamos despedido de él al mismo tiempo, ella con los labios, yo con los ojos solamente».

Una manera, la más radical, en la que los enamoramientos pueden verse destruidos. La muerte.

                                                                           Javier Marías y la metaliteratura

No es ninguna novedad el gusto del autor de Los enamoramientos por el coqueteo con la metaliteratura, esto es, la articulación de sus novelas en relación con otras, cuyos argumentos, de un modo u otro, entroncan con la novela que estamos leyendo. En este caso se trata de El coronel Chabert, de Honore de Balzac, y Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas, las obras que dan pie y contexto filosófico a lo que el autor quiere transmitir. En este caso, la muy oportuna reflexión en torno al regreso del ser querido perdido, por el que tanto se ha llorado y atravesado océanos de tristeza y desilusión. Un regreso que de producirse, una vez procesada su desaparición e integrada en nuestras vidas, vidas retomadas tras el duelo, causaría más daño, incluso, que el provocado con su desaparición.

«Sí, se equivocan los muertos al regresar, y aun así casi todos lo hacen, no cejan, y pugnan por convertirse en el lastre de los vivos hasta que estos se los sacuden para avanzar».

                                                                        El amor, la muerte, la vida en general

Pese a no ser una novela excesivamente larga, la ausencia de diálogos largos, la dotan de una consistencia compacta, aunque flexible. Me explico. Los monólogos, en algunos casos diálogos interiores, en los que un personaje, María Dolz en la mayoría de los casos, reflexiona sobre lo que está ocurriendo, sobre lo que puede estar pensando otro personaje o incluso sobre lo que cree que otro personaje está pensando que piensa un tercero… dota a Los enamoramientos de una extraña y agradable textura. El tratamiento que el autor da a la memoria, al olvido, al recuerdo que se difumina como una fotografía antigua y al propio tema central de la novela, el enamoramiento, los eleva a la categoría de sublime. Sin un lenguaje pedante, sí culto, no obstante sus protagonistas son desde profesores universitarios a editores, escudriña en el alma de los bien perfilados personajes hasta hacernos ver a través de sus ojos como si fueran los nuestros. Consigue, casi en todas las ocasiones, hacernos empatizar con ellos, ponernos en su lugar y comprenderlos.

                                                                                     Impresión general

Si has llegado hasta aquí, supongo que ya habrás deducido cuál es mi opinión sobre esta novela. Más allá de mi conocida admiración por el autor (si algún día leo algo que no me parezca digno de él, lo plasmaré en una reseña), Los enamoramientos me ha producido profunda impresión. A pesar de estar acostumbrado a ello, a su literatura, a su modo de reflejar las emociones y el alma humana, de eso va toda la obra de Javier Marías, más allá de las tramas sobre las que se articulan sus novelas, en esta creo que alcanza cotas antes no holladas. La precisión con la que describe los sentimientos de los protagonistas en cada circunstancia, en cada giro o en la tranquilidad del discurrir calmoso de los acontecimientos, las emociones, los anhelos, las renuncias… Todo parece estar en perfecta armonía con todo lo demás para crear un universo donde nada, absolutamente nada, está de más y donde tampoco se extraña la falta de nada. Hasta la, casi última línea de la novela, que no me resisto a desvelar.

«Seguramente ese habría sido también mi propósito con cualquier otra persona, o con él mismo, de no haberme enamorado tiempo atrás, estúpida y silenciosamente, y todavía hoy quererlo un poco, supongo, a pesar de todo y todo es mucho».

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