Las máscaras del héroe

Las máscaras del héroe
Literatura y otros demonios
Las máscaras del héroe
Juan Manuel de Prada

Las máscaras del héroe

Lo primero que quiero hacer en esta entrada es reconocer que Las máscaras del héroe es la primera novela que he leído de Juan Manuel de Prada. Por si fuera poco, lo he hecho influido por el ruido del lanzamiento de la primera parte de su última novela, Mil ojos esconde la noche. Todo esto viene a cuento de que a lo largo de mi vida he aplicado a mis hábitos de lectura un filtro de dudosa solidez intelectual. Ninguna, en realidad. Un capricho más bien, propio de alguien con muy poco criterio: no leer nada de autores que me caigan rematadamente mal. En el caso de Juan Manuel de Prada, el conservadurismo decimonónico de sus artículos y su catolicismo recalcitrante, han bastado durante más de veinticinco años para mantenerlo lejos de mis librerías. Una estupidez por mi parte. Una vez despojado de mis prejuicios, he decidido «acercarme» hasta él para descubrir que, durante muchos años años, me he perdido una de las prosas más logradas de la literatura en castellano. Sirva lo dicho hasta aquí como acto de contrición por tamaño desatino intelectual.

La precocidad de Las máscaras del héroe

Publicada en 1996 por la editorial Valdemar, esto es, un año antes de que el autor fuese galardonado con el entonces todavía prestigioso Premio Planeta, Las máscaras del héroe pone ante los ojos del lector una obra que, por su complejidad, ritmo, riqueza de personajes, matices y mágica combinación de hechos y personas reales con otros nacidos de la imaginación del autor, cuesta imaginar que haya sido escrita por alguien de veintiséis años. Más bien, al contrario, podría decirse que estamos ante la obra de madurez de una autor consagrado.

La bohemia en las máscaras del héroe

La bohemia, pero ¿qué es eso de la bohemia? Constituida como uno de los pilares que sostienen el edificio narrativo de la novela, queda reflejada a lo largo de la misma con una precisión digna que quien formó parte de ella. Creadores, intelectuales, artistas y algún que otro advenedizo que, entre los últimos años del siglo XIX y los primeros veinte del siguiente, poblaban los cafés de la capital de una España atrasada y, como siempre, ajena a todo cuanto se cocía en Europa. Dormían en hostales baratos, cuando no míseros, comían donde podían y arrastraban su arte, sus artes, por los raídos sillones de los únicos espacios que daban sentido a su existencia. Los Valle-Inclán, Pío Baroja, Lorca y un largo etcétera de personajes de la época desfilan por la novela constituyéndose en algo así como la guarnición del plato fuerte de la misma. Un plato fuerte configurado por dos personajes: uno de ficción, Fernando Navales, y otro tan real como los citados anteriormente, pero marcado por el malditismo, permítaseme el palabro: Pedro Luis de Gálvez. El primero representa la decadencia de un mundo que parece que se va, pero que todavía se afana en permanecer. Hijo de un diputado canovista perdido entre los privilegios de clase y un futuro incierto, serpentea por las páginas de la novela con una especie de salvoconducto adherido a su aura que parece guarecerle de todo mal, al menos de todo mal duradero y grave. El segundo, abonado a la desgracia, las causas perdidas y a un instinto de supervivencia inquebrantable, luce la marca del lado oscuro, esa que siempre garantiza un final tan inevitable como el amanecer de un nuevo y miserable día.

La Historia, (perdón por la mayúscula), en Las máscaras del héroe.

Como es lógico, el marco temporal tiene una importancia capital dentro de Las máscaras del héroe. La novela transita años en los que suceden cosas, muchas cosas en España y que Juan Manuel de Prada maneja a la perfección haciendo chapotear a los personajes en esa Historia con mayúsculas que  se asocia en perfecta simbiosis con la otra historia, sin mayúscula no porque no la merezca, sino por diferenciarla de la que nos es común a todos. Se puede decir que es hija de la restauración borbónica de 1876 y se hace mayor entre la pérdida de las últimas colonias americanas y los asesinatos de Canalejas y Dato. Años donde la violencia política está a flor de piel, de asfalto en realidad, donde el movimiento obrero no se entiende sin un trasfondo revolucionario al que, cómo no, también se abona Pedro Luis de Gálvez, años donde la moralidad, tal y como la entendemos cien años después, resulta exótica y que encaran el final de la Historia a través de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1929), el surgimiento de la figura de su hijo, José Antonio, y el 14 de abril y 18 de julio de años que no es necesario precisar. Esa bohemia antes citada, ese Madrid gris y a la vez en una ebullición cultural a años luz del analfabetismo imperante, esa Historia inmisericorde con quienes no han caído en el lado soleado de la vida, es el marco temporal y conceptual que Juan Manuel de Prada utiliza con maestría para entretejer una novela, al mismo tiempo tratado de literatura y manual de historia contemporánea. Por momentos me ha hecho sentir muy próximo a mi referente en cuanto a escritores en castellano se refiere: Javier Marías. Me resulta difícil de explicar, pues literariamente no se parecen demasiado, pero la sensación, el poso y la resaca que la lectura de Las máscaras del héroe me ha dejado, me ha recordado, y mucho, a lo que siento cada vez que leo a Javier Marías. 

Los escorpiones Previous post Los Escorpiones
Irene Nemirowsky Next post La presa

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *