La presa
Irene Nemirovsky. Un nombre de origen ucraniano perdido entre millones de otros nombres anónimos marcados por el estigma de su origen. De su doble origen, dos pecados originales en realidad, que la llevarían a la muerte. Condenada por la condición acomodada de su familia, el primero de sus dos pecados, a la emigración tras la revolución bolchevique, se instaló en París, donde terminaría su formación en la Sorbona. Allí comenzó a escribir y a publicar en francés. Cuando todo apuntaba a una vida tranquila dedicada a la literatura, el segundo pecado capital de su existencia, su condición de judía, a pesar de haberse convertido al catolicismo, la llevó a morir en 1942 en Auschwitz. El tifus, en su caso, le evitó mayores sufrimientos. La presa fue publicada en 1936 en la revista Gringoire y en 1938 como libro.
Presa o cazador
Aún no ha comenzado uno a coger el ritmo de lectura cuando una pregunta le asalta. ¿ Es el protagonista una víctima de su condición o un depredador inmoral, o al menos amoral? Puede sonar un tanto radical, sin matices, sin grises ni términos medios, pero creo que la autora presenta así la historia con toda la intención. ¿Por qué? Porque creo firmemente en la dualidad del alma humana (tal vez ella, en aquel momento de su vida, lo tuviese claro también). Una dualidad capaz de convertirnos en una cosa o en su contraria en función de una serie de factores que no siempre estamos en condiciones de controlar. A medida que la novela avanza va desvelando una serie de personajes que, sin afectar al protagonismo del, valga la redundancia, protagonista, ponen ante los ojos del lector un amplio catálogo de moralidades más o menos dudosas y siempre sinuosas.
La moral como hilo conductor de La presa
Creo que a estas alturas de la reseña está claro. La moral en cualquiera de sus acepciones y derivaciones (inmoralidad o amoralidad) constituye el hilo conductor de La presa. Salvando todas las distancias que haya que salvar, me deja un regusto al protagonista anónimo de Hambre, de Knut Hamsun, en su devenir por la ciudad de Christiania. Si algo define esta novela es la ambición, el deseo de quererlo todo, ya y a cualquier precio. No es menos cierto que a diferencia de otras novelas o relatos, donde el «pérfido» lobo se encuentra rodeado de inocentes ovejitas, en esta novela el protagonista se encuentra rodeado en ocasiones de personajes de moral tan dudosa como la suya. Sin ir más lejos, la puerta, ventana más bien, por la que pretende acceder a ese mundo de dinero, poder y gloria que tanto ansía, resulta no ser lo que en un principio aparentaba ser. No obstante, en un ejercicio magistral del manejo instrumental de las personas, lo logra, eso sí, dejándose una buena cantidad de piel en los cristales y provocando el suficiente estruendo como para no pasar precisamente desapercibido.
Al final, ¿quién es la presa?
¿Qué ocurre cuando cambiamos de opinión? La opinión es un constructo intelectual, de algún modo elegible, desechable, sublimable o por qué no, ignorable. Pero ¿y si son los sentimientos los que cambian? En ese sentido creo que entonces sí cambia todo. En el primer caso, en el de las opiniones, las opciones se abren ante nosotros, se someten a valoración, a análisis y a ponderación y es posible tomar una decisión. En el caso de los sentimientos, no ocurre lo mismo. Los sentimientos no se eligen, y esto es lo que parece ocurrirle al protagonista en la segunda parte de la novela, cuando se abre ante él una nueva ventana, absolutamente desconocida a través de la que nunca ha mirado. ¿Se atreverá a hacerlo? Y si lo hace, ¿después qué? Como es lógico no voy a revelar esto para adentrarme en el mundo de las sinopsis. Llegados a este punto me gustaría haber creado el caldo de cultivo que lleve a lector de la reseña a convertirse en lector de la novela. Una novela, por lo demás, técnicamente impecable, de una modesta extensión, pero suficiente para concentrar en ella una buena cantidad de jugo de alma humana.
Próximamente
Reincido. Una y mil veces volveré sobre este mismo autor. Mago de las palabras, las historias, los laberintos del alma y de la literatura. Forma parte de mi proyecto de vida leer toda su obra y, si puedo, reseñarla. La próxima que caerá por el blog será la de Tu rostro mañana. No prometo cuando, pues se trata de una trilogía, y eso tratándose de Javier Marías, son palabras mayores. Me pasa lo mismo con Kafka, cada vez que leo o releo una obra suya tengo la tentación de no salir nunca de ellos. Lo dicho, en cuanto la tenga preparada, nos vemos en Los enamoramientos.