La isla de la mujer dormida
Recién salida del horno llega la nueva novela de Arturo Pérez-Reverte. La isla de la mujer dormida. Título sugerente que encierra más de un significado. Apenas un año después de la publicación de El problema final, el novelista vuelve, como él mismo ha reconocido, a su territorio. El territorio de la novela de aventuras, no exenta de Historia (disculpen la mayúscula) y de historias de mayor o menor calado, que terminan por conformar una novela que, en mi opinión, va de menos a más, lo cual, puestos a elegir, es de agradecer. Al igual que tuve claro que iba a reseñar La vegetariana, obra de la última galardonada con el Nobel de literatura, hacerlo con esta novela, no lo tuve claro hasta avanzada la lectura de la de Han Kang. ¿Motivo? No soy muy aficionado al género y soy mucho más fan del Pérez-Reverte articulista que del novelista. Al final decidí hacerlo por tratarse de una novedad editorial y, sin duda, de un más que seguro éxito de ventas. Quería saber por qué y lo he descubierto, creo.
Espacio y tiempo en La isla de la mujer dormida
Con una prosa absolutamente reconocible, el autor situa la acción de La isla de la mujer dormida en una isla griega de las Cícladas. La isla existe, pero con otro nombre. Corre el año 1937 y la guerra civil española se desarrolla con feroz encarnizamiento. A partir de ahí, un variopinto elenco de personajes muy bien construidos por Pérez-Reverte comienzan a evolucionar tejiendo una tela de araña, cada vez más tupida, de la que por momentos el lector, al menos así me ocurrió a mí, tiene la sensación de que no van a poder escapar. Al igual que las islas que les rodean, zona de paso obligada para el tráfico marítimo procedente del mar Negro, los personajes transmiten una constante sensación de transitoriedad, de interinidad, incluso mayor que los barcos que surcan las aguas griegas. Si todos estamos de paso en todo tiempo y lugar, ellos llevan la impermanencia al más alto nivel.
En la paz y en la guerra, en el amor y en el desamor
Parece una fórmula matrimonial al uso, pero en este caso no lo es. En todas y cada una de las circunstancias citadas en el encabezado, la isla de la mujer dormida (espacio físico, que no título de la novela en este caso) es testigo inmutable, de hecho es lo único que permanece durante toda la novela invariable, de la evolución de unos personajes en continuo desarrollo. Mutan ellos y mutan las relaciones entre ellos. El abanico es grande. Mercenarios que matan al servicio del mejor postor, aristócratas venidos a menos, marinos mercantes convertidos en marinos de guerra por el azar que a tantos españoles asignó un bando al comienzo de la guerra civil, agentes dobles amigos y enemigos al mismo tiempo que juegan al ajedrez y algún que otro personaje menor, pero no por eso menos importante, se aman, se desean, se detestan y se soportan y se odian. Como en la vida misma, pero en un escenario mucho más reducido, donde el margen de maniobra es casi inexistente y la fecha de caducidad se intuye cercana. El efecto que produce en el desarrollo de la historia es similar al de apretar una manguera por la que circula agua. El caudal es el mismo, pero la velocidad es mayor. Es el crescendo en los sentimientos de los personajes. En definitiva, la historia está bien pensada, desarrollada y escrita, aunque el final… no voy a caer en la tentación de decirlo, pero a mí me hubiera gustado otro un tanto menos equilibrado.
El sello revertiano en La isla de la mujer dormida
Critiqué en mi reseña de El problema final que, en algún pasaje de la misma, llegaba a saturar la especie de competición entre dos de los personajes para demostrar quién está en posesión de mayor erudición respecto de Arthur Conan Doyle y de su obra. En esta me temía que el autor nos abrumase con su vasto conocimiento náutico, no en vano es un avezado marinero, lleno de palabras técnicas que buscar en el diccionario al pertenecer a un ámbito tan específico como el naval. Pues bien, hace uso de términos náuticos, pero sin pasarse, dentro del contexto adecuado y sin saturar. Gracias. Otros tics característicos del autor, como el uso de palabras antiguas o en desuso para definir algunas relaciones o referencias sexuales del mismo cariz, están presentes en la obra, también con moderación. Reconozco que me gusta, salvo que alcancen el grado de abuso. Los tecnicismos específicos de cualquier rama, el uso de palabras o expresiones de uso poco habitual, creo que enriquecen el relato al tiempo que nos actualiza en el pasado.
Conclusión de La isla de la mujer dormida
Llegados a este punto he de decir que la lectura de La isla de la mujer dormida es placentera, fácil y agradable. El autor nos lleva a través de la misma con suavidad, sin altibajos ni vaivenes, incrementando gradualmente la intensidad, tanto de los acontecimientos como de las relaciones, hasta alcanzar el punto de ebullición poco antes del final de la novela. Solo le voy a poner una pega, pero una que en nada afecta a la novela en sí, aunque cuando la detectas no puedes obviarla. En una novela con bastantes referencias ajedrecísticas, nos encontramos con lo siguiente: «Su rey negro se vería forzado a regresar a la casilla inicial, perdida definitivamente la posibilidad de enrocar».
Para los aficionados al ajedrez resulta obvio que si el rey ha de regresar a su casilla inicial, es que ya había sido movido, perdiendo de ese modo la posibilidad de enrocar tras ese primer movimiento, no con el de regreso a la casilla inicial, que es irrelevante. Una vez aclarado el «incidente» ajedrecístico, La isla de la mujer dormida es una lectura recomendable. Si te gustan las novelas de aventuras, imprescindible, y si no te apasionan, como es mi caso, como ejemplo de escritura canónica. Estructura, prosa, ritmo, intensidad creciente y final… Merece la pena la inversión de tiempo y dinero.
Próximamente
Venga, otra novedad editorial, que estoy en racha. La hora azul, de Paula Hawkins. Por lo visto, tuvo mucho éxito con La chica del tren, no lo sé porque no he leído nada suyo, pero me ha picado la curiosidad. Además, llevaba tiempo pensando en reseñar algo de este tipo, entre la novela negra, el misterio y el thriller psicológico. Es un género que no me disgusta, aunque es difícil encontrar material de calidad, y lo tengo un tanto abandonado. Así que nos vemos en La hora azul.