La guerra interminable

La guerra interminable
Literatura y otros demonios
La guerra interminable

¿La guerra interminable?

Eso parece, al menos, hasta ahora. Es cierto que desde la fundación del Estado de Israel, desde la misma «inauguración», podría decirse sin faltar un ápice a la verdad, los países árabes de su entorno, liderados por Egipto y Siria, trataron por todos los medios de hacerlo desaparecer del mapa. 1948-1949, desde la declaración de independencia del día 14 de mayo de 1948, guerra de los Seis Días en 1967, guerra del Yom Kipur en 1973… Introduzco estos datos con el fin de contextualizar un poco lo que está ocurriendo desde el 7 de octubre de 2023. Hay un denominador común a todas estas guerras: en ninguna de ellas participó Irán, puesto que hasta 1979 no se convertiría en República Islámica, regida religiosa y políticamente por la sharia. El proceso que culminó con su proclamación, merece capítulo aparte.

No ha vuelto a sufrir Israel ataques por parte de ejércitos regulares desde 1973, lo cual podría considerarse positivo si no se hubieran visto sustituidos por guerras de guerrilla, terrorismo o como se le quiera llamar, eso sí, siempre con la característica de la falta de uniformes y de banderas nacionales. Descartada la vía militar tradicional,  parece que la financiación de «grupos armados» de distinto signo y apellidos llegó para quedarse, en paralelo, con la consolidación del llamado régimen de los ayatollahs a comienzos de la década de los ochenta. Y así hemos llegado hasta aquí. OLP con sus luces y sombras, rebeliones más o menos populares conocidas como intifada(s), Hezbolá, (renuncio a buscar la grafía correcta), chiitas y principal grupo terrorista financiado por Irán, cuya población es mayoritariamente chiita (97%) y Hamás, suníes y eternos enemigos de los chiitas, pero que para la tarea de eliminar a Israel, parece que han pactado una tregua. Los enfrentamientos entre chiitas y suníes, han dejado millones de muertos a lo largo de la historia, pero mientras dure esta especie de UTE, está claro que han aparcado sus diferencias teológicas.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? A pesar de que el ataque del 1 de octubre, por parte de Irán a Israel, no es la primera «escalada» bélica en esta película de largo metraje, sí que supone el segundo ataque, tras el de abril  de este año. Segundo episodio en el que una nación, ahora sí, identificada como tal, ataca abiertamente a Israel. ¿Qué significa? ¿Está dispuesta Irán a enfrentarse a Israel a pecho descubierto? Como es lógico, conoce de sobra el apoyo de EE.UU. a Israel, ¿apoyarían Rusia y China a Irán en la misma medida que EE.UU. a Israel? Esta serie de interrogantes son más que suficientes como preocupar a cualquiera, sin olvidar que es posible, solo posible, que Irán disponga de misiles con cabezas nucleares capaces de alcanzar, al menos, suelo israelí. Pensar que hay personas que llevan toda su vida siendo asediadas, con mayor o menor intensidad, durante setenta y seis años, sufriendo atentados y ataques terroristas, sin saber nunca dónde ni cuándo, estremece. Una guerra interminable estremece. La alternativa a esta guerra interminable, una con fecha de caducidad, con vencedores y vencidos, posguerra y todo lo que conlleva…

Obviamente, la alternativa pacífica, la convivencia civilizada y armoniosa no se contempla. A los únicos a quienes esta opción beneficiaría, israelíes y palestinos de a pie, fundamentalmente, son actores silenciosos, sin voz y sin voto en el envite donde se decide su bienestar, su supervivencia o su muerte. Mientras tanto, ayatollahs de barbas imposibles hijos de un Dios vengativo y cruel, jerarcas israelíes de trencitas cómicas, hijos del mismo Dios con distinto disfraz, representados por políticos de traje occidental y potencias extranjeras a quienes todo lo anterior se la trae al pairo, tiran los dados sobre el tapete de sus vidas. Una vez más, les toca contener la respiración, suplicando, cada uno, a su Dios, que esta vez la combinación resultante tampoco sea la definitiva. Me temo que si no es en esta, será en una tirada no muy lejana, cuando el único Dios verdadero, el del poder y el dinero, hará saltar la banca.

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